La mayoría de los jóvenes queremos tener “la certeza de que el objetivo de la vida es mucho más elevado que el de vivir en un mundo ensangrentado y dividido por las guerras, rencores y tumultos”.
En la búsqueda de tal certeza, el deseo de encontrar lo nuevo nos anima a pensar en liberarnos de las ruinas de la corrupción, nos ayuda a despertar a los que no han podido ver como el filo de la luz de un nuevo día era partiendo la oscuridad de un mundo exclusivista y limitado; y nos capacita para destruir el capricho de quienes no quieren aceptar que “viejos árboles ya no dan frutos”, y que “las exigencias del presente piden nuevos métodos de solución; los problemas del mundo no tienen precedentes. Las viejas ideas y formas de pensamiento están tornándose anticuadas rápidamente.
En nuestra época de cambios radicales y en nuestra sociedad atacada por el virus del prejuicio y la hipocresía, los jóvenes podríamos ser las células regeneradoras de una nueva vida en todo cuerpo de la humanidad, al convencernos del resplandeciente futuro de la raza humana y aceptar canalizar nuestra vitalidad, capacidad y nobles emociones en un plan dirigido hacia ese futuro. Sin duda alguna, la realización de tarea tan severa y al mismo tiempo gloriosa, es imposible a menos que tengamos una visión clara y real de:
· ¿Cuál es el plan?
· ¿Cuál es la meta?
· ¿Cuál es la orientación?
Se requiere un plan global, concreto, para un mundo mejor y para el bienestar de todos los pueblos de la tierra, plan que puede producir a la vez un nuevo florecimiento de fe, entusiasmo y nobleza en el corazón; un plan mundial sin fe no tendría éxito, y fe sin un Plan Mundial es insuficiente.
La unificación de toda la humanidad es el distintivo de la etapa a la cual la sociedad se acerca. La unidad de la familia, de la tribu, de la ciudad-estado y de la nación han sido intentadas sucesivamente y establecidas por completo. La unidad mundial es la meta hacia la cual se está esforzando una humanidad hostigada.
Nosotros somos como plantas estamos germinando y rompiendo la semilla para poder ver la luz y salir tierna y maravillosamente de las ruinas, en nuestro desarrollo necesitamos del sol de su calor y su luz, para poder salir de las tinieblas, desarrollarnos y manifestar nuestras potencialidades: hojas, flores y finalmente frutos. El sol viene siendo Dios y necesitamos de Él ya que es un foco de iluminación que educa nuestras mentes y almas, y logramos todo esto a través de sus manifestaciones o profetas que son nuestra guía y orientación.
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